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| Fuente: AVN |
Blades, ícono de la latinidad con sabor a protesta, muestra el rostro de una vida pública llena de matices, de una postura política también matizada y adormecida y de una pasión por la música cristalizada en el brillo de sus ojos y el temple de su voz.
Dudamel, muchacho nuevo, se mostró cómodo con el repertorio y sazón popular, supo conducir a una orquesta llena de vitalidad y juventud por una de las obras de nuestra historia moderna americana, latina y negra.
Cada nota parecía contar la vida del barrio, del barrio caraqueño viejo, el de los 60's y el barrio madurado y curtido actual, que logra envolver cada evento de la vida en música y risas, pero que también convierte cada dolor en lucha y en rabia, sin dejar de cantar.
La tarima ponía en evidencia el éxito de 13 años continuos de política pública inclusiva, también para aquellos que bajo los gritos espasmódicos de "Hay un Camino" intentaban negar la participación del gobierno en el logro de esta histórica fecha.
La presencia de Mariángel y Leonardo, íconos actuales de la massmedia e imagen de varias marcas, en contraste con la ausencia de César Miguel Rondón, participante original de la obra, evidencia las contradicciones de un proceso que aún no termina de depurar políticamente sus vicios y visiones sobre la cultura, lo popular y lo masivo, a veces en detrimento y negación de la historia y del sitio que debe otorgar a sus protagonistas.
Maestra vida sonó, desde el sitio que ocupaban mis dos pies y mi corazón emocionado, a la banda sonora de mi vida, a mis recuerdos de la infancia desde la letra y voz que aterrizaban los sentimientos y el san millán, el cuatro y el trombón que los sublima.
Maestra Vida sonó, a los ausentes, a los presentes y a lo que hay por construirle a este continente y a esta patria.
Maestra Vida sonó a orgullo latino.
Gracias Maestros.
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